sábado, 11 de febrero de 2012

Jaula

Último día de la semana. Semana extenuante, como todas las últimas. El cansancio aumentaba la dificultad  de problemas o tareas que de verdad no lo eran tanto. Se sentía hastiado de todas las personas, maldecía cuando llegaban o cuando llamaban por teléfono. Sentía que estaba llegando a odiar hasta el sonido de su voz y las mismas palabras que repetían todos los días, las frases repetidas, las muletillas. Lo irritaba el hecho de que el utilizar las muletillas denotaba, en el fondo, preocupación por lo que pensara el resto. Lo irritaba, finalmente, el hecho de que se alejaran de la honestidad y de que hicieran ese pequeño esfuerzo por calcular qué imagen mental sobre ellos mismos tendrían los demás si es que decían tal o cual frase, o si actuaban de esta o de esta otra forma. Estaba tan sensible que, en realidad, odiaba cualquier milimétrico atisbo de cobardía. Se tensionaba de sólo pensar en ello. Era como si estuviera encerrado en un cubo y el agua fuera subiendo lentamente, hasta, inevitablemente, quitarle el aire. Sentía que estaba llegando a su límite.
"Debo hacer un cambio. Empezar a hacer lo que me gusta, lo que esté en sintonía con mi esencia, empezar a ser lo que soy...y no volver más a este lugar. Vive solo por un año y desarrolla tu creatividad".
Por supuesto, ese lugar era algo dentro de él, una jaula mental.  

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